domingo, 12 de septiembre de 2010

Tip y Tap, el original (o lo más cercano a...)


Tentación de viernes por la tarde-noche: vamos a comer. ¿Qué cosa? No sé, ¿Te tinca un crudo? Podría ser. ¿Dónde? ¿Al Tip y Tap? ¿Cuál? No sé, al del Cine Hoyts... Debe estar lleno. Hummm... es verdad. Hay uno en Las Condes, ahí donde se bifurca con Apoquindo. No, igual lejos. ¿Y por qué no vamos al de El Golf?
Chán.

Hay un Tip y Tap en la calle San Crescente, entre Apoquindo y Napoleón, que no conocía. O sea, lo había visto alguna vez de pasada, pero nunca había entrado. Cuando llegamos, nos mandaron de inmediato a una mesa bajo el nivel de la calle. Tuve la impresión de viajar al pasado. Los comensales parecían habituales y tuve la sensación de que estábamos utilizando la mesa que otra persona había convertido en su segundo hogar. Hasta los meseros eran vintage: claramente eran parte del inventario y se notaba que gran parte de ellos trabajaba en el lugar desde que fue inaugurado en 1975. ¿Y cómo supimos esto? Por la historia que aparece en la primera página de la carta y que se puede leer en www.tipytap.cl. Ahí nos enteramos de que nos encontrábamos en el origen de la tradición -franquicia dirán algunos- que es el Tip y Tap. Le pedimos a José (nuestro mozo, justo antes de que una "rubia platinada" de más de cuatro décadas se despidiera de beso de él) papas fritas y un tártaro para dos. Tuvimos tiempo de sobra para observar el local, la interacción de los mozos (se reconoce que llevaban años juntos), ver a los otros comensales... en realidad, demasiado tiempo: 45 minutos transcurrieron hasta que nos llegó el primer plato. Afortunadamente no pedimos algo más elaborado. José se disculpó por lo menos tres veces por la tardanza, pero cuando llevaba la segunda tostada con crudo, ya se me había pasado la indignación. De postre, una de las mejores tortas de trufa que he comido en la vida.
Situación bizarra: cuando pedimos la cuenta y le avisé a José que pagaría con tarjeta, él nos llevó la boleta y la terminal inalámbrica a la mesa. Le pregunté si ingresaba yo el monto y, a la distancia, hiperocupado con las otras mesas, me lanzó una sonrisa. Vale, gracias por la confianza. Apreté teclas, incluí la propina e imprimí comprobantes. Supongo que esta era la forma de hacernos sentir bienvenidos o de probar si éramos dignos de entrar a la cofradía del Tip y Tap, el casi-original (¿Por qué casi? Métete a la página oficial y averigua).
Porción de papas fritas: $2.300
Tártaro: $5.200
Kuntsmann miel: $1.800
Kunstmann Torobayo: (no aparece en la carta, pero tienen) $1.800
Cerveza Austral Lager: $1.800
Torta de trufa: $2.600 (¡muy recomendable!)
Café espresso Musetti: $1.100

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